DOLORES MOLINA ROSALES

La antropología me cautivó porque crecí en un lugar que es como una torre de Babel, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Ahí, te paras en una esquina y escuchas varios idiomas a la vez (tzotzil, tzeltal, inglés, alemán, español). Es un espacio donde “convive” gente muy diversa, sin que realmente estrechen relaciones solidarias o profundas. Siempre me pareció que era un terreno donde convivían “mundos paralelos” y quería encontrar una respuesta a eso. Por otro lado, tenía una madre que quería que yo estudiará “algo” y un padre que solo quería que me casará… así que opté por lo primero tan solo por rebelarme contra mi padre y el camino ha sido maravilloso. En la antropología he encontrado respuestas al por qué de la coexistencia de mundos paralelos e inequitativos. Por mi historia personal y por las bellas coincidencias de la vida con mujeres subversivas, además de ser antropóloga, soy feminista y toda esta mezcla tan variada de motivos en mi vida hace que mi área de investigación sea en antropología ambiental y género. En particular me interesa el uso de recursos (naturales, sociales, políticos y de atención a la salud) en contextos de vulnerabilidad. Mi correo es: dmolina@ecosur.mx

MIRNA VALLEJO

De niña era de muy preguntona y a veces me hacía cuestionamientos que a otras personas les extrañaban. Al pensar en mi ingreso a la ciencia, yo diría que fue fortuito. Si bien no tenía claro que quería hacer al concluir mis estudios, si sabía lo que no quería. Estudié la licenciatura en Economía en la Universidad Autónoma de Campeche y al salir de la carrera yo no quise trabajar en un banco, ni en una institución de gobierno como la mayoría de mis compañeros. Entré a ECOSUR por una convocatoria como asistente para un proyecto de investigación y me di la oportunidad de conocer lo que aquí hacían. Al colaborar en diversos proyectos de investigación con equipos multidisciplinarios e impartir talleres con enfoque participativo, orientados al desarrollo sustentable, he conocido gente, lugares y ambientes que me hacen preguntarme más y más cosas, pero sobretodo, he podido conocer personas dispuestas a enseñar y con quienes me he sentido identificada para en conjunto encontrar respuestas a tantas cosas que aún quiero saber. Ahora soy maestra en ciencias por ECOSUR, participo en diversos programas orientados a la difusión y divulgación de la ciencia y me he especializado en el uso de metodología participativa. Mi correo es: mvallejo@ecosur.mx

MARTA UC

Los recuerdos de mi niñez me sitúan en dos momentos: el primero de ellos, son los veranos en la playa, jugando en el mar con mis hermanos y comiendo pescado frito con mi familia en “El Corsario” de Sisal; en el segundo momento, me recuerdo leyendo libros de arqueología maya; de alguna manera, estas experiencias se vinculan con mis intereses actuales. Al final de la secundaria, sabía que quería estudiar arqueología para conocer cómo vivían los mayas, esos que nos dicen que como gran civilización, hacedora de ciencia y arte “colapsó”. Durante la preparatoria, una clase de Antropología alimentó más mi interés por estudiar esta “carrera de gente rara”, como le dijo a una amiga su mamá con la finalidad de desmotivarla. Aunque ingresé a la Facultad de Ciencias Antropológicas queriendo estudiar Arqueología, en el camino, me decidí por la Antropología Social, porque encontré en esta disciplina las herramientas para analizar a las sociedades actuales y entender nuestras formas de actuar e interrelacionarnos. ¿Dónde queda la historia de la playa en todo esto? Bueno, como estudiante de antropología, fui invitada por una investigadora para hacer encuestas en la costa de Yucatán y Campeche. Eso sonaba a aventura, sobre todo, porque para llegar a Isla Arena, nos iríamos en lancha, saliendo desde Celestún; además, estas dos comunidades se encontraban en conflicto por el uso de los recursos naturales e incluso, los isleños habían quemado una lancha de los celestunenses. Esta experiencia cambio mi panorama sobre “la playa”, pues pude conocer un poco sobre la vida de los hombres y las mujeres que estaban detrás de cada pescado que comía con mi familia durante las vacaciones. Las interrogantes y mi interés sobre la vida de las familias que viven por y para la pesca, continúan hasta el día de hoy. Estudié la licenciatura en Ciencias Antropológicas con la especialidad en Antropología Social. Posteriormente la Maestría en Ciencias con la especialidad de Ecología Humana. Actualmente curso el cuarto año del programa del Doctorado en Ciencias en Ecología y Desarrollo Sustentable en El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Campeche. Mis intereses académicos se centran en conocer y entender cómo hombres y mujeres usan, acceden y controlan los recursos pesqueros que su medio les provee. Mi correo es: muc@ecosur.edu.mx